El cerro tutelar y de la mítica leyenda sobre el origen del pueblo cañari se convierte en altar mayor de peregrinación cristiana en el siglo XXI
Una escultura en aluminio de la Virgen de la Nube, de 25 metros de alto, sobre un pedestal de cinco metros, vigilará a la ciudad de Azogues desde la cúspide del cerro Abuga. La obra monumental costará un millón de dólares.
La iniciativa fue del religioso Manuel García, de la comunidad franciscana de Azogues, para consagrar en una expresión de arte el amor de miles de fieles de la capital del Cañar y de otras poblaciones del Austro por la Virgen a la que el 1 de enero y el 24 de mayo le recuerdan con procesiones multitudinarias considerados entre los actos de religiosidad popular más importantes del Ecuador.
En 2004 se constituyó un comité por la construcción del monumento y poco después se convirtió en una fundación presidida por Marco Vicuña Domínguez, ex alcalde de Azogues, con la participación de ciudadanos de la provincia del Cañar y la comunidad franciscana, representada por el religioso García, que ejerce de tesorero.
El proyecto tuvo un inicio polémico, por objeciones sustentadas principalmente en motivos ecológicos y patrimoniales, considerando que el Abuga es un cerro tutelar al que se vincula la leyenda de una inundación gigantesca de la que se salvaron dos hermanos refugiados en lo alto de la montaña, donde fueron alimentados por una guacamaya con la que uno de ellos acabó desposándose, para dar origen a la raza cañari.
La polémica terminó cuando en septiembre de 2005 el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural celebró un convenio con la comunidad franciscana para llevar adelante la obra, con sujeción a las normas legales referentes a la preservación patrimonial del sitio.
Antonio Sacoto, arquitecto, es autor del diseño del monumento, cuya construcción está en marcha luego de estudios de suelos y de preservación ecológica, que prevén caminerías, sembrío de plantas nativas €“sigsales, acacias, peleusí, retamas, saúco, fresno- y protección de los vestigios de culturas cañaris e incásicas existentes en el entorno.
El pedestal, de hormigón con revestimiento de ladrillo y piedra andesita, de cinco metros de alto por dos metros de diámetro, está terminado, mientras ha empezado a cobrar altura la escultura de metal, fabricada por la empresa quiteña Fundialiaciones que elabora las planchas de aluminio fundidas en el molde de madera construido por Mario Gualoto, un carpintero también de Quito.
El monumento tendrá un peso de 300 toneladas y está constituido por mil piezas que se las arma como un rompecabezas, en torno a un cilindro de acero de 15 milímetros de espesor por dos metros de diámetro, piezas que se sujetan al cilindro central mediante armazones de hierro. Se ha previsto que la estructura pueda soportar vientos de hasta 120 kilómetros por hora.
El cerro Abuga, dos kilómetros al este de la ciudad de Azogues, pertenece a la parroquia Bayas, cuyos habitantes, así como los de otras poblaciones próximas, apoyan la construcción mediante mingas, los días lunes, para transportar los materiales o hacer trabajos de preservación ambiental.
Los vehículos llegan hasta la mitad del trayecto, desde donde los materiales y las piezas son transportadas con esfuerzo humano. El trabajo es difícil y además costoso, pues requiere también la construcción de andamios y una escalera metálica alrededor, conforme cobra altura la estatua, equivalente a un edificio de 30 pisos.
Rafael Maldonado, un ingeniero mecánico de Quito, es el encargado de dirigir el montaje de las estructuras, en el que participan soldadores, ingenieros mecánicos y obreros. Cuando las piezas no se acoplan con exactitud, hay que volverlas a fabricar en los talleres de fundición en Quito.
Se prevé que el monumento estará terminado hacia mayo de 2009, si no escasean los recursos de financiamiento, que provienen de la donación de feligreses, rifas de vehículos y objetos, promovidas por la Fundación Virgen de la Nube, así como la contribución de emigrantes que en España y los Estados Unidos están pendientes del avance de la obra, en respuesta a la ayuda y protección que creen tener de la Virgen de su devoción.
La Virgen de la Nube es una escultura en madera que sobresale en el altar mayor de la basílica de San Francisco, obra arquitectónica monumental cuya construcción cumplirá cien años en 2010.
La escultura de 1905 pertenece a Daniel Alvarado, uno de los artistas de imaginería religiosa más notables de Cuenca entre fines del siglo XIX y comienzos del XX. Á‰l se había inspirado en la Virgen que se habría aparecido en el cielo de Guápulo, cerca de Quito, hacia 1890, con el niño en brazos, flotando sobre las nubes.
Los franciscanos trajeron la devoción a Azogues y la difundieron en varias poblaciones del austro del país. Obra de ellos son los Coros de la Virgen y las organizaciones de Los Caballeros de la Virgen, cuya misión es mantener el culto y la devoción, así como aportar para el financiamiento de las obras sociales de la comunidad franciscana.
En Azuay y Cañar habrían más de 500 Coros de la Virgen de la Nube, cada uno de ellos compuesto por 30 familias que se turnan para velar cada día una réplica de la imagen de la Virgen cuyo original preside el altar de la basílica de San Francisco. Los turnos se renuevan cada mes.
La devoción a la Virgen de la Nube se manifiesta el 1 de enero de cada año en una procesión multitudinaria por las calles de Azogues, a partir de las 10:00, con decenas de miles de participantes, que llevan la imagen de la basílica de San Francisco. Una procesión similar se repite el 31 de mayo de cada año, desde las 19:00, así mismo con la participación de multitudes provenientes de Azogues y decenas de poblaciones de la región.
Además, todos los sábados del año, a las 4:00 de la madrugada, la Virgen de la Nube recorre en procesión por las calles de Azogues en el llamado Rosario de la Aurora, manifestación religiosa tradicional profundamente enraizada en la población.
Estas programaciones religiosas permiten hacer colectas para el financiamiento del monumento a la Virgen de la Nube sobre el cerro tutelar de Azogues, así como las colectas que realizan los emigrantes en catedrales y templos de los Estados Unidos, donde hay también réplicas de la imagen venerada en la monumental basílica franciscana.